miércoles, 28 de diciembre de 2011

ARGUMENTAR Y SABER


¿Quién preguntó por qué estudiamos Lengua en Filosofía?

Buena actitud esa de preguntarse, pero buena también la actitud de aquel o aquella que trata de contestar.

Hagamos memoria.

Nos adentramos este curso en la tarea de la filosofía con una doble intención: por una parte, la Filosofía debía ayudarnos a encontrar la verdad -¡bastante pretenciosos comenzamos!-, y por otra, este hallazgo nos permitiría identificar y alcanzar la felicidad. Evidentemente, no lograremos ni lo uno ni lo otro, pero no por falta de empeño, sino porque esta es una tarea para más de un año (llevamos siglos haciéndolo).

Para encontrar la verdad, teníamos primero que definir, aclarar cómo somos capaces, los seres humanos, de cualquier búsqueda intelectual, es decir, cómo llevamos a cabo el conocimiento, cuáles son las herramientas con las que contamos, cómo se ponen en funcionamiento y cuál es su alcance. Así es como hablamos de la Razón, de la Sensibilidad, de los Métodos de trabajo intelectual y de los límites del conocimiento humano.

Lo que no esperábamos descubrir, o a lo mejor sí, es que dependiendo de las distintas teorías sobre cómo conocemos, había un nuevo componente de la ecuación que se volvía problemático: la Realidad. ¿Es real todo lo que me represento?, ¿puedo representarme todo lo real?, ¿qué es lo real? Si difícil era examinar nuestras capacidades, entender cómo éstas hablan de lo real es aún más enigmático. Por esto hemos de hablar de “lenguaje” y de “lengua” en Filosofía. De nada me sirve conocer el mundo si no lo comunico o lo pongo en palabras.

Hemos sido definidos, como especie, de muy diversas maneras: animal racional, a veces, “bípedo implume” (Platón), otras veces (aunque ahora ya no se sepa quién tiene o no “pluma”) y hemos analizado la definición de Ortega y Gasset: “animal fantástico”. He de reconocer que me gusta esta definición por el doble sentido que le encuentro: es fantástico, algo de magia, que exista un ser vivo como el humano, y literalmente somos seres dotados de “fantasía”, de “imaginación” y, por lo tanto, seres creativos.

Las palabras…¿Qué nos permite que unos signos tan limitados sean capaces de expresar tantos y tantos mensajes, tantos y tantos sentimientos, emociones, tantas y tantas ideas?

Nuestro intelecto parece estar indisolublemente unido a la capacidad del lenguaje, la evolución de aquél se dispara a partir de la aparición de ésta. Por eso, para terminar nuestra búsqueda de la verdad, del saber, debemos analizar la herramienta que permitirá su comunicación rigurosa. Estudiaremos qué discursos son de fiar y cuáles son falaces.

Para ayudarnos en esta labor de análisis, vamos a utilizar una nueva disciplina que actuará como un investigador privado, persiguiendo a las oraciones y descubriendo su verdadera estructura (intención, en el caso detectivesco): es la Lógica.

Para terminar os dejo un extracto de un artículo publicado por una compañera, Ana Azanza, a partir de un artículo del periódico El País. Leedlo detenidamente porque buscaremos el significado de “empalabrar”.

"Desde Humboldt y Nietzsche sabemos que el ser humano lo es porque significa y habla, en la medida en que erige la entera civilización por medio de símbolos y palabras. Y que el polifacético discurso —con el verbo en su cima— no es simple vehículo para la expresión de lo ya ideado sin él, sino requisito del pensar y sus frutos. La moderna conciencia lingüística enseña que comprender y empalabrar van de la mano; y además —aunque no suele repararse en ello— que el discurso es hacedor de realidad: de sus hechos, procesos y circunstancias. De ahí también la urgencia de rehabilitar las Humanidades en general y la Ilustración en particular, el patrimonio de sabiduría que integra el legado crítico del Humanismo."